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Antonia, de 48 años, padece de insomnio crónico desde hace más de 20. Se le inició cuando por diversas razones dejó de trabajar para ocuparse del nuevo niño que llegaba. Un niño con serios problemas de asma que la obligaron a velar, manteniéndose pendiente de él durante muchas largas noches; hoy su hijo ya es mayor y no vive con ella, pero Antonia sigue durmiendo pendiente de todo, en un estado de alerta persistente, de hipervigilancia. No hay noche que no se despierte por una sirena, por el ascensor, con un autobús o por el camión de la basura; algunas noches se despierta tan sólo con el suave ruido de la brisa de la noche.
Francisco, de 37 años, es un joven empresario emprendedor y exitoso, pero tarda varias horas en conciliar el sueño al inicio de la noche. A pesar de haber conseguido enormes logros económicos, de tener una familia feliz estable y de gozar de muy buena salud, su dormir es una terrible pesadilla. Lo ha intentado casi todo: se sacrifica madrugando los fines de semana, haciendo deporte intenso para cansarse, mantiene horarios regulares incluso en vacaciones y evita las siestas, la cafeína y las cenas nocturnas. Pero llega la noche y no puede dormir. Se siente desesperado, frustrado y cabreado. Él dice que no sabe cómo desconectar.
La mamá de Marta, de 7 años, ha recibido un informe del colegio donde de nuevo le dicen que debe buscar soluciones porque el rendimiento de Marta es persistentemente bajo y porque su comportamiento desobediente altera al resto de los compañeros de su clase. Los informes psicológicos de Marta señalan que es una niña suficientemente inteligente y con buenos recursos emocionales. Pero a primera hora está en clase como ensimismada y sin atender; a partir del mediodía sigue distraída, aunque entonces es porque no puede estarse quieta en la silla. Los papás de Marta también están preocupados porque desde hace aproximadamente unos 2 años su hija duerme muy inquieta, ronca a diario casi como un adulto y no hay forma de despertarla por la mañana. Algunas noches también moja la cama. Les han dicho que el ronquido en los niños suele ser pasajero y que se resolverá espontáneamente en cuanto Marta se haga mayor. Sin embargo, ellos dudan de que la forma de respirar que tiene Marta por la noche sea normal. Deciden grabar un video de Marta durmiendo; video que ha sorprendido y preocupado enormemente también al propio pediatra de la niña.
Carmen, de 70 años, es un caso de insomnio crónico multiresistente. Dice haber probado casi todos los medicamentos disponibles en la farmacopea, sin haber encontrado una mejoría relevante. Está muy decepcionada y desanimada. Pero es que cada noche se va dormir y no lo consigue. Dice que no encuentra la postura adecuada, que está muy inquieta y que se pasa la noche dando vueltas en la cama y levantándose al baño, a la cocina o al comedor. También señala estar inquieta en cuanto llega la tarde. Antes era muy aficionada al cine, pero ahora hace años que no va porque no puede estarse quieta en el sillón de la sala: siente en las piernas un nerviosismo molesto, una inquietud incómoda que sólo se le alivia cuando las mueve o cuando camina; pero la mejoría es fugaz y pasajera: la inquietud en las piernas reaparece al volver a sentarse o estirarse. Por la noche le ocurre un fenómeno parecido y su sueño es un verdadero martirio.
Dormir para vivir bien y vivir para dormir mejor. Cuántos de nosotros no hemos tenido alguna noche de insomnio. Por suerte sólo ha sido alguna noche aislada y no nos ha dejado ni rastro ni herida en la memoria. Pero ahora imaginemos por unos momentos cómo pasan Antonia, Francisco, Marta y Carmen sus noches y cómo viven también sus largos días después de no haber dormido bien. Podríamos pensar incluso si sentirán celos de aquellos que duermen y duermen sin parar.
Aunque estas personas hipersomnes tampoco se encuentran verdaderamente bien, porque se duermen con facilidad en cuanto la ocasión es tediosa y aburrida: en las reuniones de trabajo, en las salas de espera, en el cine en la TV o en las clases del colegio; estas personas con hipersomnia patológica también suelen luchar contra la profunda e implacable somnolencia en cuanto conducen el coche en un viaje. Pensemos entonces en cuántos accidentes de tránsito y en cuántos accidentes de trabajo la falta de sueño en calidad o en cantidad puede estar implicada como un factor determinante.
En la actualidad sabemos que el extraordinariamente complejo proceso fisiológico del dormir podría asemejarse al proceso básico de comer: si te quedas corto pasas hambre, pero si te pasas tampoco te encuentras bien, porque te sientes empachado. Similarmente en el sueño, si aquella noche duermes poco, al día siguiente puedes sentir que rindes significativamente peor; en cambio, si por ejemplo duermes excesivas horas durante el fin de semana, puede que te sientas somnolente durante casi todo el día y que te cueste conciliar el sueño después por la noche.
Pero entonces, ¿Cuánto tenemos que dormir? La investigación actual señala que debemos dormir lo justo para encontrarnos bien el día siguiente. Por lo tanto, la medida más justa de la calidad y cantidad de sueño que obtenemos puede evaluarse fielmente cuando observamos el funcionamiento diurno de cada persona. El sueño es un proceso imprescindible e insustituible. Ningún ejercicio, ningún método, ninguna terapia ni ningún medicamento han podido hasta ahora sustituir al proceso fisiológico de dormir y, ni mucho menos, pueden proporcionarnos la extraordinaria y única sensación de recuperación física y psíquica que se siente después de haber pasado una buena noche de sueño reparador.
Mucho nos queda todavía por aprender, pero en la Unidad de Trastornos del Sueño de la Clínica Ntra. Sra. del Remei, trabajamos para conseguir que tanto niños como adultos consigan ese sueño reparador para la mente y para el cuerpo. Con casi 20 años de experiencia en trastornos del sueño, nuestro objetivo es diagnosticar bien para tratar mejor. El diagnóstico correcto es esencial, porque si podemos identificar la causa tendremos andado medio camino del tratamiento. En cuanto al tratamiento, éste sólo puede ser individualizado y combinado: si tratamos al síntoma de no dormir sólo con fármacos y olvidamos tratar la causa subyacente, el problema de sueño sólo hará que esconderse y perpetuar, cerrando un círculo vicioso y crónico.
Antonia y Francisco, cada uno con su tipo característico de insomnio, Marta, la niña con el síndrome de apnea-hipopnea del sueño infantil y Carmen con su síndrome de piernas inquietas, son sólo algunos ejemplos de los más de 80 trastornos del sueño diferentes, clasificados y caracterizados en la actualidad por los profesionales que nos dedicamos a la medicina del sueño.
Aunque la humanidad siempre ha dormido, la medicina del sueño comparada con otras disciplinas médicas es una especialidad nueva que ‘se acaba de despertar'. Nuestro estado de salud durante el día, puede no continuar por la noche y todos debemos estar atentos y preparados. Por lo tanto, muchos esfuerzos nos quedan aún para conseguir sensibilizar sobre los problemas del sueño a las parejas de los insomnes, a los padres, pediatras y maestros de los niños con problemas de sueño, a los otros profesionales de la salud implicados y a los gestores sanitarios.
Por parte de los especialistas que nos dedicamos al sueño, también restan muchos esfuerzos en la profundización del conocimiento sobre la fisiopatología de las diversas alteraciones del sueño, para poder así desarrollar protocolos de tratamiento cada vez más eficaces que nos permitan ofrecer a nuestros pacientes ese sueño reparador que tanto anhelan y que tanto se merecen.